Al finalizar 2021, los impactos del Covid-19 en el Ecuador se evidencian en diversos ámbitos. La inseguridad alimentaria, la fragilidad del medio rural y las brechas de género son realidades en las que la pandemia ha causado profundos estragos en el país.
Así lo recoge el documento de trabajo Seguridad Alimentaria en Tiempos del Covid19: resultados de la Encuesta de Seguridad Alimentaria y Alimentación en los territorios ecuatorianos de Guayas y Los Ríos, de la investigadora María José Castillo, de Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, con el apoyo del International Development Research Centre (IDRC).
Este documento presenta los resultados de la ESAA aplicada en los territorios mencionados, en el marco del Proyecto Siembra Desarrollo. Pequeña agricultura y alimentación resilientes al COVID-19, implementado por Rimisp desde el año pasado.
Siembra Desarrollo aspira a generar evidencia de los impactos del COVID-19 sobre los sistemas agroalimentarios y la agricultura familiar, de Colombia, Chile, Ecuador y México. Como parte del proyecto se aplicó, vía telefónica, la ESAA a 1.475 personas de los territorios ecuatorianos seleccionados, que participan en la toma de decisiones sobre la alimentación del hogar, entre diciembre de 2020 y enero de 2021.
La encuesta se realizó con el fin de tener una apreciación más cercana en los territorios sobre la situación económica en medio de la pandemia del COVID-19, los efectos que ésta ha tenido en los ingresos y la alimentación, así como sobre las maneras en las que los hogares han respondido para enfrentar la crisis y las ayudas que han recibido para ello. La ESAA es representativa de las áreas urbana y rural de cada uno de los territorios de estudio
Entre los principales hallazgos de la encuesta se revela mayor pobreza en áreas urbanas y en hogares con jefatura femenina. Aunque al indagar sobre los efectos de la pandemia en los ingresos se encontró mayor frecuencia de pérdida de ingresos y de perceptores de ingresos en las áreas rurales.
Así también se evidencian las diferencias según el sexo del jefe del hogar, siendo los hogares con jefatura femenina en el área urbana de Guayas los más afectados en sus ingresos por la pandemia; y, a nivel global de la muestra, los hogares liderados por mujeres se encuentran en mayor proporción entre los quintiles más pobres.
Los hogares con jefatura femenina presentaron mayor inseguridad alimentaria total en Guayas y mayor inseguridad alimentaria severa e inseguridad alimentaria total en Los Ríos, comparado con hogares liderados por hombres.
Los hogares enfrentaron la pandemia principalmente gastando ahorros y realizando cambios en la dieta; esto es, consumiendo menor cantidad de carne/pescado y de frutas/verduras frescas. El uso de esta última estrategia fue mayor entre los quintiles más pobres, y mucho mayor entre los del área urbana, comparados a los del área rural, lo que refleja la distinta realidad productiva de ambas áreas y concuerda con los resultados de inseguridad alimentaria obtenidos.
Para enfrentar la crisis, 60% de los hogares encuestados recibió algún tipo de apoyo. La ayuda recibida por parte del sector público fue escasa y más bien fue la comunidad (amigos, familiares y organizaciones comunitarias) la que apoyó a los hogares, reflejando la importancia del capital social local, en especial en las áreas rurales.
Para María José Castillo esta investigación regional, presenta importantes hallazgos respecto a los efectos del Covid-19 sobre la seguridad alimentaria de hogares urbanos y rurales de las provincias de Guayas y Los Ríos. “Los resultados permiten conocer el tipo de hogares más afectados por la pandemia, así como las estrategias más utilizadas para enfrentarla y el alcance de las ayudas gubernamentales y de otro tipo de ayudas recibidas. La encuesta revela que los hogares más afectados fueron los de menores recursos en las áreas urbanas y los hogares con jefatura femenina”, indica.
“El estudio nos permite conocer también que la pandemia minó los ahorros de los hogares, puesto que constituyó la principal estrategia utilizada para enfrentar la crisis, pero también implicó cambios en la dieta, reduciendo la cantidad y/o calidad de los alimentos consumidos, esto afectó sobre la seguridad alimentaria”.
Indica también que otro de los resultados demuestra los cambios en las fuentes de abastecimiento hacia las tiendas de barrio y la baja frecuencia de compras directas a productores y de autoabastecimiento, así como el incremento significativo en la compra de alimentos a domicilio y la preferencia de los hogares por alimentos frescos, medidas sanitarias e higiene, y producción agroecológica.
Esto último abre las puertas para un fortalecimiento de los vínculos urbano-rurales a través de una relación más directa entre productores y consumidores finales que estimule la diversificación de la producción en campo y facilite el acceso a los alimentos por parte de hogares de bajos ingresos.
“El apoyo de distintas instancias de gobierno y el involucramiento de los actores a nivel territorial es crucial para reducir la inseguridad alimentaria y materializar las oportunidades que surgen en medio de un contexto de pandemia”, manifiesta.